lunes, 9 de julio de 2012

Feliz día de la Patria


Hoy 9 de julio celebramos el 196 aniversario de la declaración de nuestra Independencia Nacional. Queremos dar gracias a Dios por el don de la Patria y por los inmensos beneficios que Él nos ha dado a lo largo de la historia. Hoy agradecemos a Dios por nuestro país y le pedimos su bendición, a fin de que la prosperidad y el desarrollo alcancen a todos sus habitantes. Para ello no debemos olvidar que Dios nos acompaña desde los orígenes de nuestra Patria.
La patria no comienza hoy con nosotros, pero no puede crecer y fructificar sin nosotros. Por eso nos toca a nosotros seguir creando y construyendo la patria. Edificar la patria: esa es nuestra tarea. Esta tarea hace renacer en nosotros una gran esperanza. Pero, también, una gran responsabilidad hacia esa inmensa multitud de hermanos nuestros que necesitan pan, trabajo, educación, seguridad, paz. Queremos ser para ellos constructores de un mundo más solidario, más justo, más humano, el mundo que anhela el corazón del hombre. Si hay algo que el país reclama es la honestidad, la transparencia: en una palabra, la moral de todos sus ciudadanos, comenzando por quienes tienen mayores responsabilidades políticas, económicas, sindicales, culturales, religiosas. El amor a la patria nos convoca a reflexionar y a comprometer nuestra acción por construir una sociedad mejor. Depende de nosotros que esta idea se haga realidad.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc. 12,31). Somos todos hijos del Padre que está en el cielo. Debemos ver la vida social con una mirada fraterna. No hay otro modo de asumir con seriedad nuestros deberes sociales que despertando nuestra responsabilidad hacia los hermanos. El Padre está sobre nosotros, pero sus hijos están a nuestro lado y amándolos demostramos que creemos en Dios. Un amor tal no puede permanecer en estado de sentimiento abstracto, teórico. Debe manifestarse en la vida diaria, especialmente por la asistencia otorgada al prójimo en toda circunstancia. El amor a los otros, considerados como hermanos, ha de manifestarse de manera concreta, eficaz.
María mira y socorre a  los encarcelados, los enfermos, los discapacitados, los drogadictos, los desocupados, los jóvenes sin futuro, los niños desprotegidos, los ancianos abandonados: estos son los rostros de los excluidos que estamos llamados a reconocer como la presencia viviente de Cristo entre nosotros.
Demos gracias a Dios e invoquemos la protección de Nuestra querida Madre celestial sobre nuestra querida Patria y por el bien espiritual y material de todos los argentinos.

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